Me escupieron al mundo en Los Mochis, Sinaloa. Mi infancia fue una mansión en ruinas donde deambulaban despreocupadamente muertos y fantasmas. Ambos cruzaban la frontera que divide a la vida de la muerte, al caer la noche. Mi madre cinceló mi espíritu a golpes de relatos y miradas. Y me reveló un secreto que ha sido mi condena: “Tú tienes un don: hablas con los muertos”. Ella murió hace muchos años, pero parece no darse cuenta de ello porque d...
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